Señales de reactivación: baja inflación, empleo en transición y el rol de los impuestos

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Tucumán cerró mayo con una inflación del 1,6 %. Se trata de la cifra más baja desde principios de 2022 y marca un punto de inflexión en el proceso de estabilización macroeconómica que comenzó a nivel nacional a finales del año pasado. A nivel acumulado, el índice provincial registra un 13,5 % en lo que va de 2025, muy por debajo de los registros interanuales de los últimos dos años, que se movían en torno al 100 %.

Este descenso sostenido de la inflación permite proyectar una recuperación gradual de las variables clave de la economía real. El proceso de desinflación está empezando a generar condiciones para el retorno del crédito, la recomposición del salario real y la planificación empresarial de mediano plazo. El mercado comienza a salir de la lógica defensiva del día a día.

Sin embargo, los efectos del reordenamiento todavía se sienten en el empleo. Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), Tucumán ha registrado una caída de alrededor de 9.000 empleos registrados en el sector privado desde comienzos de año. Lejos de tratarse de un derrumbe estructural, esta pérdida de puestos debe leerse como parte de una transición lógica ante el reacomodamiento de los costos, los precios relativos y la actividad.

Muchos sectores —especialmente aquellos que dependían del gasto público o estaban inflados artificialmente— están achicando su estructura. Otros, en cambio, empiezan a ganar protagonismo: logística, servicios vinculados a la tecnología, comercio electrónico y energías renovables muestran señales de expansión. La recuperación del empleo vendrá desde la actividad privada, en un marco de reglas claras, estabilidad monetaria y reducción de trabas para producir.

El sector industrial y agroindustrial ya muestra signos de reactivación en algunas regiones del NOA. Los empresarios destacan el impacto positivo de un tipo de cambio más previsible, menores costos financieros y una inflación controlada que facilita la toma de decisiones. Aunque el consumo aún no se recupera plenamente, la baja sostenida de la inflación proyecta un segundo semestre con repunte.

En este contexto, la presión tributaria se vuelve un punto clave. Tucumán —al igual que muchas provincias— necesita revisar en profundidad sus esquemas impositivos, sobre todo en lo que refiere a ingresos brutos, retenciones bancarias y tributos acumulativos. La carga fiscal sobre el sector productivo sigue siendo excesiva y atenta contra la competitividad. No alcanza con estabilizar la macro: también hay que liberar la energía del que produce.

La reforma fiscal pendiente no debe ser vista como un costo para el Estado, sino como una inversión en crecimiento. Menos impuestos pueden significar más inversión, más empleo y más recaudación genuina. El Estado tiene que cambiar su lógica: pasar de asfixiar al privado a acompañarlo. Tucumán necesita menos burocracia y más incentivos para emprender, innovar y exportar.

Las condiciones están dadas. Si se mantiene la tendencia de baja inflación y se avanza en una agenda de desregulación y alivio fiscal, el país y la provincia podrían estar ante el comienzo de un nuevo ciclo económico. No uno basado en gasto público artificial, sino en producción, eficiencia y generación de empleo privado sostenible.

El desafío es grande, pero por primera vez en mucho tiempo, hay señales claras. La economía argentina empieza a ordenarse. El empleo, como siempre, irá detrás. Pero llegará. Lo importante ahora es no frenar, no volver atrás y entender que el crecimiento no lo traerá el Estado, sino quienes, día a día, se levantan a trabajar, invertir y crear valor.