El gobierno sigue fiel a su tradición: cuando falta plata, la saca de donde puede. Y como siempre, el blanco favorito es el contribuyente cautivo. Tras la promesa de bajar impuestos, mejorar la administración y terminar con los abusos fiscales, la realidad es que los embargos de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) están de vuelta con más fuerza que nunca.
La política fiscal de Milei se parece cada vez más a la de los gobiernos kirchneristas: mientras el gasto político sigue intocable, el ajuste cae sobre la clase media, los profesionales y las pymes. La promesa de alivio tributario quedó en el olvido y en su lugar regresaron las viejas prácticas de asfixia fiscal. El que produce y genera empleo se convierte en enemigo del Estado, perseguido con embargos exprés y presión tributaria récord.
Las trampas de la “recaudación eficiente”
El relato oficial justifica el hostigamiento fiscal con la excusa de la “recaudación eficiente”. En la práctica, esto significa aumentar la carga sobre quienes ya pagan, mientras el gasto público sigue inflado. No hay una reforma estructural, ni reducción de privilegios, ni transparencia en el destino de los fondos. Solo más presión sobre los mismos de siempre.

Los embargos masivos son un golpe brutal para profesionales y emprendedores. Un pequeño atraso en impuestos, y ARCA puede bloquear cuentas bancarias sin previo aviso, dejando a empresas sin liquidez para pagar sueldos o reponer stock. La falta de previsibilidad y la arbitrariedad del sistema desalientan cualquier inversión.
El retorno del viejo modelo
Mientras el discurso oficial habla de modernización y eficiencia, en la práctica volvemos al viejo modelo: el Estado ineficiente y clientelista, financiado con una presión fiscal insoportable. En lugar de fomentar el desarrollo, se persigue a quienes intentan salir adelante sin depender del aparato estatal.
Si Argentina quiere un futuro distinto, debe entender que no hay crecimiento con un sector privado asfixiado. Los impuestos altos y la persecución fiscal no son sostenibles. Sin cambios reales, lo único que se garantiza es la fuga de talento, el cierre de empresas y una economía cada vez más dependiente de la política.