Río Salí-Dulce: contaminación sin freno

Comunidad Economía Locales

El río Salí-Dulce, uno de los sistemas hídricos más importantes del noroeste argentino, enfrenta una crisis ambiental sin precedentes. Este río, que atraviesa Tucumán, Santiago del Estero y desemboca en Córdoba, está contaminado por actividades humanas descontroladas, con serias consecuencias para el ecosistema, las comunidades ribereñas y la economía regional.

Principales causas de la contaminación

La principal fuente de contaminación proviene de los desechos industriales. En Tucumán, ingenios azucareros y destilerías descargan vinaza, cachaza y otros efluentes sin tratamiento adecuado, saturando el agua con materia orgánica. A esto se suma el vertido de aguas residuales urbanas sin tratamiento, provenientes de ciudades como San Miguel de Tucumán y Banda del Río Salí. Otro factor clave es la descarga de agroquímicos y pesticidas usados en la agricultura intensiva.

Los efectos son devastadores: disminución del oxígeno disuelto, mortandad masiva de peces y destrucción de la biodiversidad acuática. Comunidades que dependen del río para su subsistencia denuncian enfermedades respiratorias, dérmicas y gastrointestinales debido a la contaminación del agua.

Responsables y falta de control

A pesar de las normativas ambientales, los controles son ineficaces. Ingenios y empresas industriales, amparados por una débil aplicación de las leyes, son los principales responsables. Aguas del Tucumán y el Estado provincial también están bajo escrutinio por la falta de plantas de tratamiento de aguas residuales y la permisividad con los contaminadores.

Posibles soluciones

Expertos y ambientalistas proponen varias medidas:

1. Implementar y fiscalizar estrictamente el tratamiento de efluentes industriales y urbanos.

2. Reforestar las riberas del río para mitigar la erosión y absorber contaminantes.

3. Promover la agroecología para reducir el uso de agroquímicos.

4. Crear un consorcio interprovincial que coordine la recuperación del río con financiamiento nacional.

La contaminación del Salí-Dulce es un problema evitable, pero requiere voluntad política, inversión en infraestructura y participación ciudadana para revertir décadas de daño. El tiempo corre para este río vital que agoniza bajo el peso de la indiferencia.