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Pussy Riot en Argentina: un grito feminista a ritmo de punk

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Son cuatro. Una canta y habla con el público. Otra es DJ pero también se ocupa de guitarras, teclados, sintetizadores y coros. Un poco más atrás, otras dos bailan sin parar esto que es un poco punk, otro poco hip-hop y de a ratos se parece a la música electrónica. La pantalla dice KGB vs. Pussy Riot y, mientras ligan el primer aplauso en su primer show en Argentina, empiezan a cantar en un idioma que nadie entiende. No importa: todo el mundo sabe qué parte de todo eso es el estribillo, dónde bailar. Tienen las caras tapadas: es como Daft Punk pero en ruso y activista.

De las cerca de mil personas que hay este domingo en Niceto, casi nadie se pierde la oportunidad de grabar lo que pasa sobre el escenario. Grabar dificulta aplaudir pero no impide gritar: esa es la banda sonora del público apenas Nadya Tolokonnikova, la voz cantante, se descubre la cara, hasta recién envuelta en el pañuelo verde que impulsa la legalización del aborto en Argentina. Canta “Police State” y casi todos la saben y corean “Oh my god, I’m so happy I could die” (“Dios mío, soy tan feliz que podría morir”). En la pantalla en la que hasta hace pocos segundos se veían palacios zaristas, ahora van y vienen imágenes de Donald Trump.

“Esta es la canción que nos metió dos años en la cárcel”, introduce Tolokonnikova, frontwoman de este colectivo de artistas rusas que combinan activismo con performance y música, y que se hicieron globalmente conocidas luego de ser encarceladas tras una performance en 2012. Pasadas las palabras sobre aquel arresto, el aplauso es unánime, como si se pudieran dar ánimos con retroactividad. Detrás de la banda, un video de las muestra en una catedral moscovita: interpretan -en las imágenes y sobre el escenario- “Punk prayer”, una canción que critica a Vladimir Putin. En la pantalla es 2012 y los guardias de seguridad forcejean con las artistas para sacarlas de la iglesia. En Buenos Aires es 2019 y Pussy Riot juega las primeras cartas de su show debut en el país. Respetan el axioma punk: sus canciones no duran mucho más que dos minutos.

Es apenas el comienzo de una lista de 23 canciones -algunas en inglés, otras en ruso- que se extiende por una hora y media y que les sirve a las artistas feministas que se autodefinen más como “un movimiento” que como una banda para hablar de la situación de su país. “Nuestros gobernantes son cada vez más millonarios pero el pueblo está cada vez peor”, dice una grabación en su idioma nativo. Los subtítulos en inglés, apenas aparecen, viralizan un suspiro de alivio entre el público.

“Componemos canciones nuevas todo el tiempo porque corremos el riesgo de ir a prisión por lo que dicen nuestros temas”, sigue la voz grabada. De vuelta a cargo del micrófono, Tolokonnikova le habla a su público, en el que abundan las mujeres: “Hace diez años era muy poco frecuente encontrar feministas en Rusia. Ahora nos dicen que somos feministas porque está de moda. Nosotras respondemos: no. Creemos que cualquiera puede ser feminista: mujeres, varones, aliens. Y sabemos que acá están luchando por el aborto legal”. Debajo del escenario, un rugido, muchos pañuelos verdes y el coro que había servido para calentar la previa del show: “Aborto legal /  en el hospital”. Horas antes del show, varias usuarias instaban a quienes fueran a Niceto a llevar su pañuelo verde, y sobre el escenario, antes de que subieran las artistas, una integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito instó a acompañar la presentación del proyecto de ley el 28 de mayo en el Congreso. Dentro del boliche, un pañuelo verde con el nombre de la banda estampado se vendía a 100 pesos.

“El orgasmo femenino se enfrenta a obstáculos”, dice -en ruso- la canción “Organs”. Los subtítulos desfilan por la pantalla gigante como desfilan las letras que avisan que todo pasó en una galaxia muy, muy lejana. “Nuestro gobierno es una basura total”, cantan las Pussy Riot, y la traducción de una de las medidas que proponen es algo así como “mandemos a cagar a toda la banda de Putin”. Las cuatro integrantes se van del escenario y, encapuchada, una mujer que habla perfecto castellano protagoniza el intervalo.

“Me presento: soy la que besa a otras mujeres en público, la putita que camina por la calle a la hora que le da la gana, la que toma privilegios de hombre, puestos políticos, empleos, la provocadora que le exige al Estado su derecho a volver entera a casa”, semi-rapea. “Yo soy millones y contesto mirá cómo nos ponemos. Señor Macri, con valentía y con verdad, digamos: somos 30.000 las víctimas de genocidio. Vienen tiempos de paz, vienen tropas de abuelas y de madres. No habrá fascismo ni dictadura que amordace este grito: vivas nos queremos, ni una menos“, sigue. Debajo del escenario, otro rugido.

De vuelta en escena, las Riot cantan sobre la burbuja financiera y sobre que “los borrachos de poder son ladrones sucios y pequeños cobardes”. No queda nadie quieto a la altura de las últimas canciones de la lista, las que hacen que todo esto se parezca a una fiesta electrónica. El público devuelve el gesto con creces: enseguida hay pogo entre quienes están más cerca del escenario, y algunos valientes que se tiran de mosh para que un puñado de desconocidos lleven y traigan sus cuerpos por encima de sus cabezas, y cientos que bailan y, entre canción y canción, corean “olé olé olé oleeé, pussyyy, raiooot”. Algo de todo eso -o todo eso- desafora a Tolokonnikova, que grita y graba al público con su teléfono, y se graba a ella misma con ese concentrado de costumbres argentinas de fondo, y canta “you make me so happy” (“me hacen tan feliz”).

Casi sobre el final, la última canción equivale a una última proclama: “¿Tu vagina es de alguna marca? Que tu vagina empiece una banda. Las vaginas van a tomar los escenarios, porque las vaginas tienen mucho para decir”. Otra que el público sabe: a la altura del estribillo -en inglés-, en Niceto se grita que las vaginas van a ganar las carreras y encabezar los rankings. Las rusas saludan, agradecen, se van, y por última vez su público grita para que el aborto sea legal y otra vez lo de “pussyyy raiooot”. “Tremendo”, dice una chica apenas sale del lugar. Otra le responde: “Espectacular”. Pussy Riot acaba de bajarse de su primer escenario porteño para subirse, este martes, a su primer escenario cordobés.

Tolokonnikova, al frente de estos dos shows, fue una de las integrantes del colectivo arrestadas en 2012 tras cantar en contra de Putin en una catedral. La performance de tinte antirrepresivo y el castigo impuesto por las autoridades rusas les valieron a las Pussy Riot el apoyo de artistas como Paul McCartney, Madonna, Bruce Springsteen y U2, entre otros. Antes de la condena de 2012, otras integrantes del colectivo habían sido arrestadas unos meses antes, tras interpretar “Putin Zassa” -algo parecido a “Putin se enojó”- en la Plaza Roja de Moscú.

La última vez que las Pussy Riot estuvieron en el centro de la escena global fue durante la final del Mundial de Fútbol que se jugó en 2018 en su país. Disfrazadas con uniformes que usaba la Policía años atrás, cuatro personas invadieron la cancha cuando Francia y Croacia jugaban el último partido del certamen. Una de ellas chocó las palmas con Mbappé, la estrella del Seleccionado galo. Tras la repercusión del hecho, en un comunicado Pussy Riot planteó varias exigencias al gobierno ruso: poner fin a los “arrestos ilegales durante las protestas” y “permitir la competencia política en el país” fueron algunos.

La llegada a la Argentina de las Pussy Riot se produce en un momento en el que el movimiento feminista ocupa cada vez más espacio no sólo en manifestaciones públicas sino también en la agenda. En ese contexto, horas antes del show, Tolokonnikova participó de una charla pública en la que el movimiento de mujeres fue uno de los ejes centrales. “Cuando tengo miedo lo convierto en chiste y nos reímos de los que nos intimidan para dar vuelta todo y así el temor se disipa”, dijo Nadya en ese momento. “Hay que seguir protestando y organizándose”, agregó.

“Las máscaras son para dejar de lado el ego y trasmitir un mensaje sin ser dueños del movimiento Pussy Riot“, apuntó. En la puerta de Niceto, este domingo, la cara encapuchada de una mujer se repetía en las remeras que se vendían con el logo de la banda por $ 300.

MediaZona es el sitio web que el colectivo de artistas rusas creó para que sirva como su “agencia de noticias activista”. Allí, de cara a la gira que las trajo a Argentina, publicaron: “??Esperamos que no les vayan a gustar nuestras nuevas canciones, ya que están dedicadas a cosas realmente repulsivas. Esperamos que apaguen el equipo, salgan y pasen a la acción”?�.

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